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ISBN: 978-84-17389-10-9

Flash Gordon – Jim de la Jungla 1942-1944

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2 reseñas de clientes

Autor: Alex Raymond

Cómic. Cartoné 30×38.5. Color. 128 páginas.

34,90

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Acerca de este artículo
Descripción

 

Flash Gordon, Dale Arden y Hans Zarkov continúan luchando por devolver a la reina Desira el trono de Trópica. El viaje por este continente inexplorado de Mongo les llevará de nuevo a encontrarse con el exotismo de la flora y fauna del planeta y la espectacular aventura en la cueva donde la gravedad se invierte. Jim de la Jungla, por su parte, se enfrenta a nazis, saboteadores y espías, en una atmósfera de serie negra que recuerda a X-9 agente secreto y preludia lo que luego será Rip Kirby.

En diez años Alex Raymond redefinió los cómics, marcó con su impronta las historietas de ciencia ficción y de aventuras por venir e influyó en multitud de autores.

 

En este último volumen, la etapa de Alex Raymond al frente de Flash Gordon toca a su fin. En meses venideros continuaremos con los autores que se encargaron de dar vida a las aventuras del héroe del espacio (Austin Briggs, Dan Barry, Mac Raboy) en nuevo formato.

Flash Gordon y Jim de la Jungla sobrevivieron muchas décadas a su marcha. Y siguen siendo igual de emocionantes hoy como entonces.

 

Detalles

ISBN: 978-84-17389-10-9

  1. Suso

    «SOÑÁBAMOS con viajar en el tiempo,/ con volar al hiperespacio/ y con llevar a Dale Arden/ a planetas más allá/ del cinturón de asteroides/ y de las lunas de Júpiter./ Éramos un poco Alex Raymond/ dibujando el siglo XXI/ para King Features Syndicate./ Pero luego el mundo resultó ser/ un lugar muy diferente/ de la barba poblada de mariposas/ que Federico García Lorca/ había pintado para Walt Whitman./ De nada valió que el poeta/ subiese al Chrysler Building,/ ni que gritara contra Roma./ De nada sirvieron 1929 o 2008,/ de nada que Lehman Brothers/ se fuera por las letrinas./ Siempre hay otro Lehman Brothers/ de recambio./ De nada valió la educación/ sentimental del western,/ que nos hizo creer/ que los buenos tenían/ alguna posibilidad/ frente a los malvados./ Y así nos fue, Liberty Valance,/ quisimos tener algo de decencia,/ ser John Wayne/ en la frontera infinita de la puerta/ de Centauros del desierto,/ o quizás ser ese boxeador/ llamado Butch Coolidge/ en Pulp Fiction,/ y salvar al final/ al mafioso Marsellus Wallace/ de los auténticos malos/ (porque, como bien sabían los piratas,/ el mal admite cierta gradación/ e incluso un código de honor),/ para escucharle después decir/ al policía agonizante:/ – Practicaremos el Medievo con tu culo./ Y abrir luego la maleta/ de John Travolta y Samuel L. Jackson/ y certificar que un macguffin/ siempre es un macguffin,/ aunque sea la ventana/ a una novela de Vila-Matas/ en la Documenta de Kassel/ o a una película de Hitchcock en Escocia./ Pero después, viejo y admirado Liberty,/ descubrimos que todo era más gris,/ que ni siquiera los criminales/ tenían la leyenda de Valance o Vader./ En el claroscuro de la realidad/ no había épica ni epopeya,/ salvo tal vez en el deporte/ (ya lo dijo Pier Paolo Passolini:/ el deporte es el último rito,/ la última liturgia posible)./ Pero aun así, Liberty Valance,/ la épica de lo prosaico/ sigue en pie,/ Gary Cooper sigue caminando/ solo por la calle del pueblo,/ mientras se cierran/ las ventanas, las contras, las puertas,/ y cae el silencio sobre el polvo./ Jimmy Stewart está apuntándote/ al pecho, ahogado en alcohol,/ y Wayne espera en el callejón/ y, a pesar de todo, aún somos/ Gregory Peck/ domando a Old Thunder,/ cuando nadie lo ve,/ en The Big Country,/ porque aún pensamos/ estúpidamente,/ viejo Liberty Valance,/ que las cosas que importan/ nadie las ve,/ y justo por eso escribimos/ libros invisibles,/ y hablamos lenguas/ que nadie escucha,/ y escribimos suspendidos/ sobre el vacío/ textos sin objeto,/ páginas en blanco,/ novelas y poemas/ aún por descubrir./ Escribimos apenas unos hilos/ que tendremos/ sobre las aguas,/ cuando no hay nadie alrededor/ y solo Old Thunder/ y nosotros sabemos/ que estamos ya del otro lado.» («Canción para Liberty Valance» – Luís Pousa, de su poemario Poemas para Flash Gordon, 2017).

  2. Suso

    Otro poemita corto: «SOÑÁBAMOS con viajar en el tiempo,/ con volar al hiperespacio/ y con llevar a Dale Arden/ a planetas más allá/ del cinturón de asteroides/ y de las lunas de Júpiter./ Éramos un poco Alex Raymond/ dibujando el siglo XXI/ para King Features Syndicate./ Pero luego el mundo resultó ser/ un lugar muy diferente/ de la barba poblada de mariposas/ que Federico García Lorca/ había pintado para Walt Whitman./ De nada valió que el poeta/ subiese al Chrysler Building,/ ni que gritara contra Roma./ De nada sirvieron 1929 o 2008,/ de nada que Lehman Brothers/ se fuera por las letrinas./ Siempre hay otro Lehman Brothers/ de recambio./ De nada valió la educación/ sentimental del western,/ que nos hizo creer/ que los buenos tenían/ alguna posibilidad/ frente a los malvados./ Y así nos fue, Liberty Valance,/ quisimos tener algo de decencia,/ ser John Wayne/ en la frontera infinita de la puerta/ de Centauros del desierto,/ o quizás ser ese boxeador/ llamado Butch Coolidge/ en Pulp Fiction,/ y salvar al final/ al mafioso Marsellus Wallace/ de los auténticos malos/ (porque, como bien sabían los piratas,/ el mal admite cierta gradación/ e incluso un código de honor),/ para escucharle después decir/ al policía agonizante:/ – Practicaremos el Medievo con tu culo./ Y abrir luego la maleta/ de John Travolta y Samuel L. Jackson/ y certificar que un macguffin/ siempre es un macguffin,/ aunque sea la ventana/ a una novela de Vila-Matas/ en la Documenta de Kassel/ o a una película de Hitchcock en Escocia./ Pero después, viejo y admirado Liberty,/ descubrimos que todo era más gris,/ que ni siquiera los criminales/ tenían la leyenda de Valance o Vader./ En el claroscuro de la realidad/ no había épica ni epopeya,/ salvo tal vez en el deporte/ (ya lo dijo Pier Paolo Passolini:/ el deporte es el último rito,/ la última liturgia posible)./ Pero aun así, Liberty Valance,/ la épica de lo prosaico/ sigue en pie,/ Gary Cooper sigue caminando/ solo por la calle del pueblo,/ mientras se cierran/ las ventanas, las contras, las puertas,/ y cae el silencio sobre el polvo./ Jimmy Stewart está apuntándote/ al pecho, ahogado en alcohol,/ y Wayne espera en el callejón/ y, a pesar de todo, aún somos/ Gregory Peck/ domando a Old Thunder,/ cuando nadie lo ve,/ en The Big Country,/ porque aún pensamos/ estúpidamente,/ viejo Liberty Valance,/ que las cosas que importan/ nadie las ve,/ y justo por eso escribimos/ libros invisibles,/ y hablamos lenguas/ que nadie escucha,/ y escribimos suspendidos/ sobre el vacío/ textos sin objeto,/ páginas en blanco,/ novelas y poemas/ aún por descubrir./ Escribimos apenas unos hilos/ que tendremos/ sobre las aguas,/ cuando no hay nadie alrededor/ y solo Old Thunder/ y nosotros sabemos/ que estamos ya del otro lado.» («Canción para Liberty Valance» – Luís Pousa, de su poemario Poemas para Flash Gordon, 2017).