Hace dos años, viernes 6 julio 2018

Las relaciones humanas son básicas a la hora de mantener a flote una empresa. Y en ocasiones no te queda más remedio que tener que tolerar y sufrir la presencia de personas con cuya forma de ser no comulgas. Es lo que comúnmente denominan como tragarte un sapo.

En ocasiones lo toleras y en ocasiones no es necesario, todo depende de las tragaderas que tengas y del perjuicio que pueda ocasionar tu orgullo por no soportar a esa persona.

Todo esto viene a colación de una persona que recordarán los más antiguos del lugar. Un director de banco por cuya incompetencia acabamos en el fichero de morosos del RAI y del que nos costó años salir. Cuando estábamos a punto de abandonar ese banco, entró un nuevo director que me convenció de seguir con ellos y he de confesar que, a pesar del cabreo que llevaba con el banco (cuyo nombre no citaré por cuestiones obvias) en aquella época, la decisión de quedarnos fue de lo más acertado.

Pues resulta que ahora ese exdirector ha regresado al ‘banco-con-el-que-trabajamos’ en calidad de gerente de cuentas. Lo primero que he hecho ha sido llamar para informar al director de la oficina de nuestra intención de no querer tratar con esa persona bajo en ningún aspecto. Imagino que, por el hecho de no haber dado ningún problema en todos estos años, el director nos ha dicho que a partir de ahora tratemos con él directamente sobre cualquier cosa relacionada con la empresa.