En la Revista General Marina han escrito un artículo sobre la novela histórica de Rafael Marín: VICTORIA.
Os la transcribimos por es una delicia leerla al igual que la obra. Degusténse, damas y caballeros!
Al igual que el coronel de Intendencia Antonio Anasagasti, Rafael Marín (Cádiz, 1959) formó parte del colectivo cultural Jaramago durante los años de la transición, en el que también participaron, entre otros, Juan José Téllez, Juan Andrés Mateos o Fernando Santiago.
Su posterior trayectoria literaria, con más de treinta libros publicados, le llevaría a convertirse en el principal autor español de ciencia ficción, con títulos como Lágrimas de luz o Mundo de dioses. Escritor polifacético, ha cultivado todo tipo de géneros: desde la novela negra en su vertiente gaditana y picaresca, con el detective y exboxeador Torre como protagonista, hasta los guiones para historietas de la factoría Marvel, como Los cuatro fantásticos.
De un tiempo a esta parte, Rafael Marín ha apostado por la novela histórica y, tras su monumental Don Juan —casi mil páginas en las que el célebre burlador aparece como capitán de los Tercios en una vertiginosa sucesión de aventuras, ora en el saco de Roma, ora en Constantinopla—, ha decidido probar fortuna con la gran gesta de Magallanes y Elcano.
¿Una nueva novela sobre la primera vuelta al mundo? No, se trata de algo mucho mejor: excelsa literatura en estado puro, que se inicia con un prólogo magistral, en el que el autor humaniza con gran belleza a la nao Victoria.
A partir de la crónica de Pigafetta, Marín desmenuza en setenta y dos capítulos los casi tres años de la navegación más legendaria de la historia, muy breves a la par que intensos y que suponen un prodigio narrativo. Y aunque conocemos (o deberíamos conocer) todas las peripecias de las más grandiosa de nues- tras epopeyas navales, no cabe duda de que nos encontramos ante un libro verdaderamente cautivador.
Tras cada pequeña dosis de lectura, nos vemos obligados a reprimir nuestro deseo de seguir avanzando, puesto que la escritura de Marín nos invita a prolongar unos días más la agradable y complaciente sensación que nos deja cada capítulo de esta magnífica obra; de ahí nuestra contención ante la tentación de devorar por completo la novela, pues podríamos empacharnos de literatura. Merece la pena paladear Victoria en pequeños sorbos, como si de un excelente jerez se tratara.
Curiosamente, dado que nos encontramos ante un autor de literatura fantástica, el libro desbroza todos los elementos ficticios e imaginarios (las fantasmadas, que dirían los castizos de hoy) con los que se adorna el escribano de Magallanes. Y sin embargo, consigue literaturizar el diario de Pigafetta, adivinando lo que el italiano no explica, como el origen de la animadversión hacia Juan Sebastián de Elcano, a quien el escribano de Vicenza omite deliberadamente en su relación del viaje.
En definitiva, la novela de Rafael Marín nos ofrece la posibilidad de acercarnos a la primera vuelta al mundo con el goce añadido de la buena literatura. A destacar la fascinación que el autor siente y que nos transmite hacia Enrique «el Negro» (1), el esclavo de Magallanes, que ve frustradas sus expectativas de manumisión tras el fallecimiento de su amo, tal y como rezaba el testamento del navegante portugués.
Alfonso DE LA HOZ
(1) No confundir con «el negro Enrique», futbolista argentino que jugó en el Lanús y el River Plate, autor del pase que dio lugar al formidable gol de Maradona ante Inglaterra en el Mundial de 1986 disputado en México.