Hace dos años, jueves 28 marzo 2013. Jueves Santo, o eso se supone
Recordando el jaleo del año pasado al cruzar la procesión, he decidido dar un rodeo para evitar la comitiva, pero resulta imposible, la ruta cruza por todo el centro de Palma. Cuando finalmente me he decido a atravesar la procesión, cuando ésta estaba detenida, y junto a otro grupo de pobres desgraciados en mi misma situación, un grupo de fieles devotos ha comenzado a abuchearnos. Una vez al otro lado, una mujer con rostro estreñido ha proferido un ‘Qué poca vergüenza’, a lo que he respondido con buen tono ‘Pero ¿por dónde quiere que cruce?’.
-Esto es una procesión, por aquí no se cruza.
‑Ya, pero es que no puedo esperar tres horas, hasta las once, a que acaben.
‑Encima le responden. ¡Qué poca vergüenza! –dijo un segundo y un tercero girándose hacia mí.
‑No me lo puedo creer –dije‑. Que la calle no es vuestra. Que vengo de trabajar.
‑Sinvergüenza ‑¡Fuera! –Qué te has creído. –Imbécil (dijeron un cuarto, quinto, sexto…)
‑Váyanse todos a la mierda, católicos de boquilla, que eso es lo que son. Más trabajar y menos hacer el tonto en la calle. Así vamos todos –acabé diciendo poco orgulloso de mí mismo y largándome ante el tono que estaba tomando la cosa, sobre todo notando cómo me iba encendiendo y frases demasiado brillantes y dolorosas hacia aquel entregado público se me iban ocurriendo e iban pasando por mi cabeza.
Menudo cabreo. El año que viene voy a trabajar con escopeta.