Hace dos años, viernes 19 abril 2013. El juicio por el libro de Indiana Jones
Fue una cosa tranquila, no tuve que decir nada más que estar allí viendo como los dos abogados hablaban con el ¿juez? Sí, juez, aunque no debía de tener ni 30 años y era su primer caso. Amén. Si hay algo que carga el diablo son los juicios.
“No te preocupes –me dijo mi abogado‑ que no te tocará pagar los 6000 euros que te piden por daños morales y económicos, a lo sumos 2000… aunque con este juez…”
¿2000 euros? ¿Y otros 2000-3000 de mis abogados? Joder, si me sale más barato publicar el condenado libro de Indiana. Tras hacer cuentas rápidas, y ante la petición de la abogada del demandado de si no era posible llegar a un acuerdo, hice dos pensamientos y hable con mi abogado para ir por ese camino.
Total, esto viene de 2008 cuando Indiana era tierra quemada por culpa de la peli, pero ahora en 2013, ya nadie se acuerda de aquello. Y sea como sea, el mal trago del juicio es algo que no deseo mucho.
Además, parece ser que tendría que venir a declarar el pobre demandante, que reside en EEUU ahora mismo, cosa que no se podría creer la demandante. “Pero, en el País Vasco basta por video-conferencia”. “Ya, pero esto son las Baleares”, replicó mi abogado-.
Curiosamente, al irme al parking a buscar el coche he visto abogados marchar juntos, imagino que hablando del tema.
La justicia. Imagino que esto es lo más cercano que existe, esta paradoja en la que gana quien tiene el mejor abogado. Casi prefiero el azar, que al menos es menos arbitrario socialmente hablando.