La verdad es que fue un palo enterarme de ello. Le dedicaré el editorial del próximo Dolmen ya que creo que se lo merece. Aunque tuvimos nuestros más y nuestros menos siempre nos unió una buena relación. Fue un empresario que juntó a un muy buen equipo en torno suyo y que amaba los cómics como muy poca gente que conozca. Este mundo le echará de menos, al menos yo lo haré.

Del editorial del Dolmen 206:

“          Vivimos tiempos convulsos, tiempos en los que los principios cada vez brillan más por su ausencia, donde las grandes ciudades nos transforman cada vez más en seres impersonales, donde muchos no conocen a sus vecinos, donde no damos abasto para la gran oferta de ocio existente y nos estresamos por no poder hacerlo todo (leer todos los cómics o libros que nos importan, ver las películas o series de TV que queremos, etc.), donde en definitiva cada vez corremos más para no llegar a ningún sitio.

Y es por ello que no quería dejar pasar esta página para acordarme de alguien que nos dejó recientemente (apenas hace dos días  cuando escribo estas líneas) y del que muchos ni siquiera habrán oído hablar: Aleix Aleu. ¿Y quién era este tipo?, preguntarán muchos. ¿Qué serie escribía o dibujaba? Seguramente debe de ser colorista, porque no me suena de nada, pensarán algunos. Diseñador gráfico, imagino apostarán los que incluso se conocen a los editores de las series.

Pues no, ni una cosa ni otra. Se trata de la persona que fue el dueño de la imprenta que durante muchos, muchos años imprimió esta revista, junto con tantas y tantas otras cosas de Dolmen.

Normalmente, el impresor no es una parte muy considerada dentro de la industria del cómic. Craso error, ya que en muchos casos su labor puede acabar hundiendo o haciendo lucir más un tebeo. En el caso de Aleix y del resto de su equipo era mucho más que eso, nos salvó en muchas ocasiones con errores cometidos por nosotros: códigos de barras mal colocados, imágenes en RGB en vez de CMYK, páginas mal ordenadas, bocadillos sin rellenar, y tantas y tantas otras cosas que serían imposibles de enumerar.

En nuestro caso, novatos como éramos, nos vino muy bien la ayuda de Aleu, ya que en su equipo había gente que se preocupaba realmente porque los tebeos salieran bien, sin errores y a tiempo. Aleix era un apasionado de los cómics y eso se le notaba y lo transmitía al resto de su equipo. ¡Y menudo equipo! Pocas veces sucederá que uno se sabrá el nombre y conocerá la cara de todos los que trabajan en una imprenta, desde la recepcionista hasta el tipo que está a pie de máquinas, pasando por administrativos, preimpresión, etc. (de hasta 16 personas me acuerdo yo ahora sin tener que hacer mucho esfuerzo).

Y por si fuera poco, Aleix dedicaba su tiempo libre a editar tebeos. Competencia desleal dirán algunos, amor desacerbado por el medio diremos otros.

Tuvimos nuestros más y nuestros menos, como sucede con todas las relaciones, pero tras saber de su enfermedad me alegró año tras año seguir viéndole (aunque fuera a lo lejos) en los salones de turno. Eso ya no volverá a suceder y se me hará especialmente extraño, como le sucederá a tantos otros que como nosotros, pasaron por esa imprenta situada tan cerca de la Estación de Francia, y a la que tantas veces tuve que ir corriendo (o en taxi o metro) en medio de un Salón del Comic para buscar tal o cual título.

Ahí imprimimos por primera vez esta revista, el Dolmen. Va por ti, amigo. Nuestros mejores deseos estés donde estés en nombre de todo el equipo de Dolmen y de la familia de los cómics”.