Parece que va a resultar imposible cerrar el tema que nos viene acompañando desde hace unos meses y que parece haber motivado a todos nuestros lectores masculinos sobremanera, a costa de enviarnos un aluvión de preguntas, interesadas todas ellas en lo que a la masturbación femenina se refiere en general, y a la mía propia en particular (y mira que en la redacción ya me avisaron desde el primer día sobre que esto iba a suceder).
Parece que hay una pregunta bastante recurrente en vuestras cartas respecto a la frecuencia con que una mujer se masturba. Por desgracia no hay una respuesta a ese tema, ni dos respuestas, ni tres… hay tantas respuestas como mujeres. Es decir, las hay que en realidad no se masturban nunca, y las hay que se masturban todos los días, e incluso las hay que en ocasiones lo hacen varias veces al día. Los motivos y causas son de lo más variado, desde la sexualidad propia de cada una a factores externos como la excitación por lo sucedido durante el día, la tensión, los nervios…
Personalmente, en mi caso (porque sí, en efecto, ha habido también muchos que lo habéis preguntado), varía mucho de una época a otra. Curiosamente, con el tiempo me he dado cuenta de que durante los meses de verano en que no tengo una relación estable, la frecuencia es mucho mayor a los de invierno, pudiendo incluso haber semanas en las que lo hacía 5-6 veces. Además, al revés que algunas amigas que suelen ser monotemáticas en esto, no lo hago siempre en el mismo sitio ni del mismo modo, sino que me gusta ‘experimentar’ tanto en lo que al sistema se refiere como a los aparatos utilizados.
Respecto a si me he masturbado alguna vez en presencia o junto a alguna otra mujer, responderé a pesar de no estar en presencia de mi abogado, y con la esperanza de que nadie se eche las manos a la cabeza ante mi respuesta. Sí, lo hice a pesar de ser una heterosexual confesa en un par de ocasiones y hace ya mucho tiempo. Surgió durante mi época universitaria en el colegio mayor. La primera de ellas fue tras ser sorprendida por la que era mi compañera de habitación que llegó un poco antes de lo que tenía previsto; a Elena (como se llamaba ella) le hizo gracia el pillarme ‘infraganti’ e hicimos una competición de ver quién lograba el orgasmo antes; la cuestión es que, casi sin notarlo, nuestras manos se fueron desplazando ocasionalmente al sexo contrario con la excusa de ‘ayudar al oponente’, descubriendo que era mucho más divertido que hacerlo una sola. Aquellos jueguecitos duraron un par de semanas más, hasta que una de las dos encontró novio (no recuerdo ahora mismo quién fue).
También he de confesar que un poco más adelante lo hice con una compañera de trabajo en unas oficinas de mis tiempos en Barcelona. Perdí una apuesta con una chica que, posteriormente, descubriría era homosexual. Jamás, en toda mi vida, me hubiera imaginado que me pediría lo que me pidió, aunque la experiencia no fue del todo traumática y reconozco me gustó, digamos que me llamó bastante la atención.
Y creo que por hoy ya he contado bastante. Veremos si salimos de esta dinámica el mes que viene y hablamos de cosas más interesantes como La Maleta Roja.