Las historias de este número van desde las dedicadas a Lara Jones a las del pisito de ‘Cuando el timbre suena’ o las del Casino Royal.
Y ahora, como siempre, os dejamos con el editorial de la jefa publicada en ese número:
Llevamos un par de meses dándoos caña, chicos, y creo que va siendo hora de un poco de autorreflexión femenina para compensar un poco la balanza, y evitar el torrente de deserciones masculinas de esta revista.
Vale, estos últimos meses hemos hablado de la necesidad de muchos hombres de imaginarse cosas que no suceden (creerse que han ligado cuando la chica de turno sólo quiere saber la dirección de la calle por la que pregunta), de contar las cosas (sobre todo si se trata de sexo) y de exagerarlas para que de esa forma parezcan más de lo que son. Ahora toca pensar en algo relativo a las mujeres, el sexo y los hombres.
Y no importa pensar mucho para darse cuenta de que si hay un punto flaco en muchas mujeres, ése es el de no querer entender la frase ‘vale, follamos pero sin compromiso, sólo se trata de un polvo’. La privilegiada (y complicada) mente femenina parece no estar diseñada para poder procesar esta información, cuando sale de la boca de un hombre, lo que en realmente pasa por la cabeza de la mujer es “Qué majo, no quiere que sienta ningún tipo de presión, en el fondo está colado por mí” o “Ya, ya, eso piensas tú, pero ya veremos cuando acabemos, o Es cuestión de tiempo, soy irresistible”.
Lo siento, pero las mujeres no estamos programadas para entender esa frase y nos imbuimos de una coraza frente a ella que nos impide procesarla. Frente al eterno ‘Peter Pan’ masculino (‘Hola, Alberto, me refiero a ti’), está la manía femenina de intentar reconducir a los hombres, esa sacrosanta cruzada de querer convertir a ese macarra incorregible en el Príncipe Azul de turno con el que todas soñamos. No importa lo alto que lo digas ni las veces que lo hagas, por mucho que intentéis dejarnos claro que somos un simple polvo de una noche, que no hay sentimiento alguno de por medio… al final la naturaleza nos empujará a pensar que se trata de ‘inseguridad frente al compromiso’, enfermedad que no hay mujer que no se crea capacitada de curar en el más insufrible de los varones.
Como diría mi buen amigo Vicente, para qué quedarte con Luke Skywalker cuando puedes coger a Han Solo y transformarlo en aquél. Si la misión del hombre es la de poner la pica en Flandes, la de muchas mujeres es la de redimir a los machos alfa.
No hay soltero de oro que cualquier buena mujer no intente derribar. Así es de complicada y retorcida la naturaleza que en ocasiones parece querer reírse de este modo de nosotros, la especie que paradójicamente es sin duda la mejor y la peor de sus creaciones.