La narrativa fantástica en España cuenta con voces únicas que han sabido aunar la imaginación desbordante con un estilo literario en constante evolución. En esta entrevista, nos adentramos en el universo creativo de un autor que ha explorado el terror, la ciencia ficción y la fantasía desde múltiples ángulos, siempre con una prosa cuidada y personajes complejos: VÍCTOR CONDE.
¿Qué te llevó a iniciar tu carrera en la narrativa fantástica y cómo describirías la evolución de tu voz como escritor desde tus primeros trabajos hasta ahora?
Todos los artistas llevamos en nuestro código genético la necesidad de expresarnos creativamente de alguna forma. Algunos lo hacen a través del cine, otros de la danza, otros usando la prosa o el verso… La idea fundamental es que tienes unas inquietudes que te gustaría compartir con los demás, y te pasas años buscando la mejor vía de comunicación con esas otras personas. Si te gusta mucho leer, entonces quizá te gustará también escribir. Y si te gusta escribir, a lo mejor te gusta contar historias. Es tan sencillo como eso.
Con respecto a la evolución, sí que la percibo. Se ha producido a muchos niveles, pero creo que el que más se nota es el dominio de la prosa. Creo que mi forma de escribir ha cambiado, volviéndose mucho más refinada. Ahora me interesa mucho no solo el argumento y el contenido de las tramas, sino también el hecho literario per se. Es decir, ahondar en la belleza de la escritura como un derecho inalienable que tienen los escritores. Es como un cineasta que busca no solo contar una buena historia con sus imágenes, sino refinar de un modo artístico sus planos, sus encuadres, el uso de la luz, etc. Mi interés actual está en la prosa poética, a lo Bradbury, y cada novela nueva es un paso más en mi refinamiento personal de esa técnica.
Muchas de tus novelas combinan elementos de terror, ciencia ficción y aventura. ¿Cómo decides el punto de equilibrio entre estos géneros en cada historia?
Depende de la historia que quiera contar. Lo primero que hago es decidir cuál será la trama, y luego, en función de esta, le doy un tono. Ese tono puede ser de historia de aventuras, de terror, romántica, fantástica, etc. El tono decide muchas cosas, incluso las que tienen que ver con la prosa usada para narrar. No es lo mismo escribir una historia de zombis que una tipo «La historia interminable». El propio léxico que emplearás se verá influenciado por estas decisiones, dependiendo de si quieres que la novela te quede más cruda, más impactante, más onírica, más poética, etc. Además, cuando cuentas una historia usas para construirla los elementos mínimos y necesarios para ello. Si el relato en cuestión se ubica en una aldea medieval junto a un bosque, normalmente te ciñes a esos elementos: aldea, bosque, enseres medievales, un río, una fauna. Pero si la historia tiene lugar en una colonia minera en Marte, los elementos cambian. Lo ideal es irte al minimalismo, es decir, ceñirte a los elementos mínimos necesarios para contar tu trama. Lo que pasa es que, a veces, esos «mínimos» pueden ser muy numerosos. Dependerá de la complejidad de lo que quieras contar. Por ejemplo, en «La Orfíada» hice el recuento total de personajes que aparecían, ¡y me dio más de 250!
¿Qué técnicas de documentación y construcción de atmósfera sueles emplear para sumergir al lector en escenarios tan variados como laboratorios de biotecnología, pueblos rurales o ciudades postapocalípticas?
Tiro más de imaginación de lo que la gente se cree. A veces, parece que investigo mucho y que hago un proceso de documentación previa muy extenso… pero no es verdad. Simplemente, me dejo llevar por la imaginación y pueblo todos los escenarios con los elementos que, a veces sacados del cine y a veces de otros libros, creo que sería lógico encontrar en ellos. Ha habido casos puntuales en los que sí he hecho una investigación previa exhausta para no meter la pata, como por ejemplo en la novela «Paramorfo». En esa, como tiene lugar en el mundo de la medicina, usé como apoyo científico a dos médicos amigos míos, que la verdad es que me aportaron una ayuda increíblemente buena y útil. Gracias a ellos pude imaginar, y describir, muchas de las cosas de índole biológica, química y farmacéutica que pasan en ese libro. Mi gratitud hacia ellos es… paramórfica.
Tus protagonistas suelen enfrentarse a dilemas éticos profundos. ¿Cómo abordas la creación de personajes moralmente complejos que conecten con el lector?
Me gusta tratar con personas reales cuando escribo mis historias. Los personajes planos me aburren soberanamente. Prefiero mil veces un héroe con sombras grises o un villano con momentos de luz que unos que sean positividad o negatividad puras. También es influencia de la literatura que llevo leyendo desde que soy niño. Hay que comprender que, cuando yo tenía 13 años, mi autor de cabecera era Stephen King, que es un señor que siempre ha profundizado mucho en la psique de sus personajes. Eso me influyó para que yo lo hiciera también. Aunque el hecho fantástico sobre el que se vertebra la historia sea muy increíble, si le ocurre a personas reales, el lector lo aceptará más. Pienso que ese es el gran secreto del éxito de King.
¿Hay alguna obra ajena —literaria, cinematográfica o de otro tipo— que haya marcado de forma decisiva tu forma de entender el terror o la fantasía?
Sí, bueno… El terror siempre ha estado influenciado, como dije en una respuesta anterior, por la obra de Stephen King. Soy un hijo de los 80, qué le voy a hacer. Respecto a la fantasía, Tolkien es el eje pivotal de todo, aunque también admiro mucho a lord Dunsany, a M. John Harrison, a Barbara Hambly… Todos supieron inventar mundos y poblarlos de maneras creíbles y creativas. En el mundo del cine, esencial para mí como artista, siempre tendré en el punto de mira creativo a obras de la talla de Blade Runner, 2001 odisea, Lord of the Rings, etc.
¿Cómo influyen tu entorno y tus vivencias personales en los mundos y criaturas que pueblan tus novelas?
Muy poquito, la verdad. Como dije en un discurso reciente de aceptación de un premio, yo uso la literatura como vehículo para que me lleve muy lejos. Es un barco que me lleva a horizontes muy lejanos, separados de mi entorno habitual y muy poco parecidos a este. Así pues, la caldera de la que me alimento es exógena en lugar de endógena. Proviene de fuera, de lejos, del hecho de la diferencia más que de la similitud.
A lo largo de tu trayectoria, ¿qué novela consideras que supuso un punto de inflexión en tu estilo o en la respuesta del público?
Siempre me quedaré con «La Orfíada», que considero mi mejor obra.
Las nieblas de Praga explora la ciudad checa en plena época de entreguerras. ¿Qué te atrajo de esa ambientación histórica y qué desafíos supuso trasladarla al papel?
La historia parte del interés de jugar con los mundos de Kafka y con sus miedos e histerias personales. El personaje principal, K, no es más que un trasunto del escritor bohemio pero matizado por mi mundo personal. ¿Qué es lo más aterrador de las historias de este escritor? Que se basaban en un mundo real que era mucho más aterrador que el que él pudo relatar en sus cuentos. El gueto judío de Praga de los años 20 era un escenario realmente aterrador, en la vida real, no hacía falta irse a mundos fantásticos para poblarlo con criaturas espeluznantes. El desafío fue crear una ambientación histórica coherente y realista, para lo cual consulté fotos de la época y leí unos cuantos libros, además de los del propio Kafka. Me di cuenta de que el mundo de la cábala judía y el ambiente enfermizo en que su religión prosperó, siempre bajo el yugo del odio racial y el antisemitismo, solo podía crear monstruos y gente muy loca y paranoica. Es una religión basada en el miedo y el odio, y algo así esconde fuentes de rabia y de venganza que son extremadamente peligrosas.
En Las nieblas de Praga, la bruma y la oscuridad juegan un papel casi de personaje. ¿Cómo trabajaste la dimensión atmosférica para que el paisaje fuera tan inquietante como los propios protagonistas?
Bueno, eso es fácil: imaginándolo como si fuera una película. Si cierras los ojos e intentas proyectar en tu mente la escena de un hombre solitario corriendo por los callejones del gueto judío de Praga en 1920, en una madrugada húmeda junto al río Moldava… en fin, la escenografía se construye sola, ¿no?
Esta novela es tu último lanzamiento: ¿tienes ya en mente nuevas tramas o personajes que profundicen en el universo que has creado en este libro o saltarás a otra historia distinta?
No, este universo es un one-shot, una historia única. No creo que haga falta contar más historias en él, porque la que me interesaba ya se contó. Ahora estoy con otras historias distintas. Estoy intentando imaginar tramas puntuales que empiecen y acaben, no series. Mis únicas series activas son la del Metaverso y la de Piscis de Zhintra, ambas de ciencia ficción, y con ellas tengo más que suficiente, je, je.
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