Hace dos años, viernes 9 marzo 2018
Este martes acudí a Málaga para el juicio que comenté la semana pasada. Ha sido una verdadera pena no llegar a un acuerdo, pero me temo que no ha habido intención en ningún momento y solo buscaban sacarnos dinero.
Nos piden casi 40.000 euros por haber publicado una novela sin existir contrato firmado por en medio. Al margen de los hechos en sí (largos de explicar por aquí) y de que pudiera haberse perdido el sobre por correos, está el hecho de que el autor reclame 20.000 euros de daños morales por haberse encontrado la novela en las librerías por sorpresa, cuando estuvo al tanto de todo y había subido incluso fotos suyas en las redes con el libro. Se dice que en el amor y en la guerra todo vale, pero estas cosas me desconciertan mucho. La cuestión es que retiramos el libro para evitar problemas mayores y eso nos hizo perder bastante dinero (impresión del libro, maquetación, corrección…), y no creo que eso beneficie ni al autor ni a nosotros. Claro que imagino que el autor debía de estar bastante escocido con las críticas recibidas en los primeros días de publicarse el libro y decidido buscar una opción mejor para rentabilizar su trabajo.
Nuestra presencia allí ha sido toda una sorpresa ya que no nos esperaban. Ni yo confiaba en poder ir, así se lo dije al abogado de la otra parte, pero el haber encontrado un billete directo a Málaga de ida-vuelta el mismo día (que me permitía recoger a mis hijos del cole por la tarde) y que el amigo Solera pudiera acudir como abogado por tener disponibilidad, lo facilitó todo.
El caso es que no podíamos presentar prueba de ningún tipo por haberse pasado el plazo, simplemente solicitar la declaración de dos testigos nuestros. Los elegidos, fueron Jorge Iván como editor freelance de la línea y Darío como director editorial, para de esa forma poder declarar sobre algunos aspectos claves del caso. La suerte es que Solera sabe mucho del tema, como buen seguidor de los comics que es de toda la vida, y eso ha hecho que pudiera convencer al juez de la necesidad imperiosa de sus testimonios (hecho que aunque parezca que Perogrullo no lo es, ya que el juez parecía poco proclive en principio a tener dos testigos).
Ha sido un triunfo inesperado que nos da algo de luz en todo este desagradable asunto.
Ha sido también un placer conocer a la mujer de Solera, un encanto de persona, abogado también, y el poder los tres dedicarnos una hora después del juicio para ponernos al día de nuestras cosas.