Hace dos años, viernes 5 de mayo 2017
Imagino que hay momentos en la vida que te provocan una catarsis, situaciones que te hacen ver las cosas de una manera distinta o te ayudan a enfocar las cosas que no hacías bien.
Y creo que hoy ha sido uno de ellos.
Puede que hubieran sucedido cosas similares en el pasado y no las hubiera podido interpretar del modo adecuado por no estar preparado para ello, y que ahora –por situaciones personales y el trabajo de estos años‑ sí lo estuviera.
El caso es que esta mañana me ha llamado para desayunar un buen amigo y colaborador en muchos asuntos editoriales durante los últimos años. Y desde toda la cordialidad del mundo me ha dicho que no quería volver a trabajar con nosotros, conmigo, porque consideraba que no había cumplido con una cosa que le había prometido. Me ha dicho que lo entendía, que debido a mi nivel de trabajo era comprensible, pero que le había fallado y con ello roto la confianza entre nosotros, y que él no podía trabajar así en el futuro.
Lo peor es que lo he entendido, el día a día es terrible y hace que tengas que acabar aparcando mil cosas, como la suya, por tratarse de un proyecto secundario y no urgente.
Hemos seguido desayunando, hablando y comentando cosas de Dolmen, y entonces me he dado cuenta de que estamos muy sobredimensionados: somos muy poca gente para publicar y mover 8-9 novedades al mes. Fastidiado como estaba, me he pasado toda la mañana divagando sobre el tema, y a última hora, con la reflexión hecha, he hablado con Darío y Dati (que seguían en la oficina) para comentarles que deberíamos de contratar al menos a 1 o 2 personas más; cuesta hacerlo porque supone un riesgo económico y elevar el gasto fijo, pero creo que nos ayudarían a mover mejor las cosas y a aportar un plus de calidad a todo, sobre todo teniendo en cuenta los nuevos proyectos que tenemos a la vista.