Eros 131
26 diciembre, 2011 | 0 Comentarios

El otro día, entre bromas, le contaba a una amiga que las mujeres nos dividíamos en dos grupos, aquellas que aceptaban la infidelidad de los hombres y aquellas que no. Lo que comenzó como una simple broma me acabó haciendo reflexionar de camino a casa sobre este tema, dándome cuenta de que si una no va con cuidado, acaba entrando en el juego de los estereotipos sociales impuestos, asumiendo que aquella mujer que consiente, comparte y disfruta de esa ‘infidelidad’ es la mala de la película, la infeliz y marginada de turno.

Y es que para aquellos que no se hayan dado cuenta, efectivamente, la monogamia va contra natura, tanto para los hombres como para las mujeres, y ele star con una sola persona a nivel sexual es algo que asumimos a la ligera, sin darle la importancia que tiene, haciendo con ello infelices a mucha gente: aquella cuyo deseo sexual se podría definir como activo y a aquella que no. Es decir, si en una pareja uno de sus dos componentes (como suele ser lo habitual) tiene un deseo sexual diferente (mayor o menor), el resultado no es otro que el de la infelicidad, que acaba traduciéndose en infidelidad, que termina por ende en disgusto seguro, ya que esa tensión acaba traduciéndose en discusiones y reproches que acaban saliendo reflejados de una forma u otra.

¿Y todo ello por qué? Porque en este modelo de sociedad se nos impone desde que tenemos uso de razón que estar con más de un hombre o una mujer a la vez está mal (claro, como imagino sigue sucediendo para muchos con el tema detener relaciones sexuales no destinadas a la procreación). ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI continuemos arrastrando vestigios tan atrasados de nuestro pasado y que hacen que un porcentaje tan alto de la sociedad sea infeliz? ¿Acaso no es la sexualidad bien entendida uno de los logros todavía por conseguir?

Estoy segura de que muchas parejas no se romperían con tanta facilidad si pudieran expresar su vida sexual de una manera más clara, sin tapujos, sin reproches… Si el tema de la monogamia pasara a mejor vida (que pasará, es cuestión de tiempo), si nos enseñaran la sexualidad poligámica de una forma natural desde nuestra infancia, entonces, al llegar a nuestro despertar sexual no habrían tantos problemas relacionados con este tema.

¿Que el resto de animales son monógamos? Puede ser, pero ellos no han desarrollado, que yo sepa, la inteligencia del modo en que hemos hecho nosotros (aunque a algunos no se les note mucho). De ahí, de la inteligencia, viene otro problema derivado de todo este tema: los celos. Por culpa de ellos, pagan justos por pecadores. Es decir, por el sentimiento de posesión de algunos, muchos otros tienen que ver cómo este modelo arcaico se mantiene contra viento y marea, para preservar intacto el orgullo de los inseguros y egoístas de turno a los que les sale un salpullido de sólo imaginar a su pareja con otra persona (aunque el imaginarse a uno/una mismo con otra no lo sea tanto).

Y es que, para desgracia de muchos, el siglo XXI ya está aquí y aunque no se hayan dado cuenta, la mujer se ha liberado mental y sexualmente. De modo que aprovéchense de ello ahora que no es una mera muñeca hinchable, un ser pasivo que se limita a cumplir con el expediente, sino un ser activo y deseoso de compartir experiencias. Es cuestión de tiempo que los viejos y anticuados modelos sociales acaben cayendo, porque está en nuestra naturaleza.

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