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8 junio, 2010 | 0 Comentarios

Os dejamos con el texto del editorial de ese número de nuestra editora estrella Raquel Rubio:

Hace unas semanas estuve viendo un programa de Cuatro que me llamó bastante la atención: ‘21 días en la industria del porno’. La base del programa es ver cómo su presentadora y conductora, Samanta Villar, se mete en la piel de otras personas e intentan llevar su tipo de vida. Ya había visto con anterioridad uno dedicado al mundo de los ricos y el lujo que realmente te dejaba con un sabor de boca amargo, ya que hay cosas (muchas) que es mejor no saber que existen, y eso va desde el caso de las cosas que son malas a muy buenas (como por ejemplo ciertos lujos; como se suele decir, ‘Ojos que no ven…’).

En este caso, Samanta Villar repasaba, a lo largo de 21 días, distintas facetas de la industria del porno, analizando desde lo que era un rodaje puro y duro a algunas variantes que han ido surgiendo gracias a las nuevas tecnologías como es el cyber-sexo(a través, por ejemplo, de páginas webs, webcams, etc.). De este modo, por el programa se fue viendo desde el porno más ‘glamouroso’ al más casposo (donde podría englobarse el llevado por el buen amigo Torbe), con verdaderas ‘porno star’ como Dunia Montenegro, Michelle Blanche, Diana Dean o Totó García.

Sin duda, la idea que se pudo llevar la gente del programa es que Internet y la crisis han hecho estragos dentro del porno, haciendo que se pague realmente mucho menos que en otros tiempos (unos 250 euros por día de rodaje creo recordar) y que la gente que trabaja dentro de la industria en muchas ocasiones lo hace porque les gusta todo lo relacionado con el sexo. Y es que aunque a muchos les parezca mentira por las ideas preconcebidas que transmite esta sociedad, el sexo no es pecado; es increíble el que haya que escribir esto en pleno siglo XXI, pero no queda más remedio. La gente sigue escondiendo sus gustos sexuales (no es habitual hablar de si a uno/a le gusta que su pareja se disfrace de policía, por ejemplo), sigue habiendo gente que manifiesta en público el no hacer algo tan natural como masturbarse, etc. y en algunos lugares el besarse en público o tocarle el culo a tu pareja roza el escándalo público.

¿Por qué sucede esto? ¿Por qué algo tan natural como el comer, beber o dormir es visto com un vicio más que un placer necesario e incluso indispensable para la salud mental (y física)? Se trata de un lastre que venimos arrastrando desde el pasado y que no logramos erradicar, aunque esta juventud que viene empujando fuerte parece tenerlo afortunadamente mucho más claro, y disfrutan con una naturalidad que hacía siglos que no se disfrutaba.

Y sí, aunque me sienta joven, he de confesar que no creo que lo sea (mis diez años al frente de la revista me delatan).

Besos y hasta el mes que viene.

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