Viernes, 23 Enero 2009: Ver para creer.
21 enero, 2011 | 0 Comentarios

No citaré nombre ya que sería de mal gusto.

El caso es que el traductor (novel, por cierto) de uno de los libros que teníamos previsto publicar hace unos meses se ha venido retrasando de forma reiterada (desde septiembre del año pasado que era la fecha de entrega), ante lo cual no me ha quedado más remedio que decirle que deje de lado el trabajo y me devuelva el libro para poder pasárselo a otra persona con la que ya había hablado para poder traducirlo a la mayor brevedad. Mi sorpresa vino cuando me respondió por mail que quería cobrar la parte traducida: “Creo que si se pide un trabajo, se paga, independientemente de lo que haga la editorial con él. Otra cosa es que no me lo hubieras pedido, ahí yo no tengo nada que reclamar. Pero hay una serie de horas y páginas que son trabajo mío y que se me ha pedido”.

No sólo provoca un retraso en la salida del libro de meses, no sólo no lo acaba, no sólo le tengo que perseguir para que entregue, encima me reclama el dinero de lo que ha traducido. Es genial, es como si coges un avión a París desde Madrid, sale con 12 horas de retraso, finalmente dejan al pasaje por error en Moscú y la compañía encima te pide que le abones un extra por el trayecto de más entre París y Moscú.

Una comparación rara, lo confieso, pero es que no logro recuperarme de mi asombro. Lo lógico hubiera sido más bien una actitud de ‘Perdona por el retraso, puedes usar el texto para lo que quieras por si sirve de ayuda al que lo vaya a hacer en mi lugar’. Pero no, encima resulta que tengo que pagar por un trabajo sin acabar. Tal vez el raro sea yo que no lo entiendo.

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