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Revista Dolmen 154

DOLMEN 154

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Acerca de este artículo
Descripción

El número contiene además el primero de unos interesantes artículos realizados por Koldo Azpitarte analizando la vida y obra de Stan Lee, un repaso a los eventos y series que desembocaron en “Final Crisis”, etc.

Además, las habituales secciones de reseñas, noticias, listado de novedades, la página de Bonache… y la aclamada por muchos columna de Julian Clemente con el título de “Memoria Selectiva”.

Alas Nuevas sobre Gotham

Viernes. 17 de junio de 2005. Batman Begins se estrena en España apenas dos días después que en los Estados Unidos. No hay duda de que un abismo separa a este film que de nuevo pretende contarnos la historia del cruzado de la capa desde el principio de aquel que, ocho años atrás, tanto daño hizo a la franquicia cinematográfica dedicada al vigilante de Gotham: Batman y Robin. ¿Es el mejor film de todos los basados en la creación de Bob Kane y Bill Finger hasta entonces? Sí, probablemente. Además, pese a un arranque discreto (48 millones de dólares tras su primer fin de semana obtenidos en 3.858 salas), al final sus cifras totales, sin ser ni mucho menos nada del otro mundo, han conseguido sobrepasar las obtenidas por la bufonada perpetrada por Joel Schuma cher. Batman y Robin recaudó 107 millones de dólares en los Estados Unidos y 238 millones en todo el mundo con un presupuesto de 125 millones de dólares. Batman Begins recauda 205 millones de dólares en USA y 372 millones alrededor del globo con un presupuesto de 150 millones de dólares (sin añadir unos 45 millones extra en publicidad, 75 en todo el mundo). Sin embargo, muchos fieles fans de las aventuras impresas del Hombre Murciélago no acaban de sentirse satisfechos del todo.

El problema, o mejor dicho, la causa, radica en varias cuestiones: unas expectativas de salida algo elevadas (sustentadas por una prometedora campaña de publicidad y un reparto de auténtico lujo) complicadas de colmar. Unos villanos que parecen funcionar algo a medio gas (El Espantapájaros se deja ver apenas como mera comparsa mientras que Ra’s al Ghul, tanto el auténtico como el impostor, no logran alcanzar la majestuosidad que siempre le ha caracterizado y apenas nos recuerdan al creado por Denny O’Neil y Neal Adams al sernos mostrados sin sus rasgos árabes, su hija Talia o el Foso de Lázaro. Asimismo, con la sorprendente aunque insustancial revelación del film, el Henri Ducard del mismo ya nada en absoluto tiene que ver con el oportunista y violento que conocíamos de Justicia Ciega o los cómics de Robin y el Escuadrón Suicida). Algunas -pocas en realidad- concesiones a lo largo del film a la chavalería (un Gordon algo ridículo comandando ese Batmóvil que es un cruce entre un Hummer, un Lambor ghini y un tanque. El film, en cualquier caso, estaba clasificado para espectadores mayores de 13 años…). Unas escenas de acción sucintas y relativamente poco intensas (además de algo etéreas). Y, en última estancia, cierta escasez de referencias y guiños a lo descrito en los cómics del murciélago (aunque alguno sí que hay: aquel Mr. Zsasz que aparece durante la fuga del Asilo Arkham, aquel capitán que se llama Simonson, etc.).

Stanley Lieber, más conocido como Stan Lee, siempre quiso ser algo más que un escritor de cómics. Le gustaban los cómics pero nunca creyó que fueran más que un entretenimiento, una forma de subsistir hasta que le llegase la oportunidad de escribir la gran novela americana o tal vez meterse en el atractivo mundo del cine. No se trataba tanto de que despreciase el cómic como del hecho de que socialmente era considerado como un trabajo menor, exento de cualquier valor artístico, y Stanley quería triunfar artística y socialmente.

Nacido en 1922 como Stanley Martin Lieber en el seno de una familia judía de clase media baja, su infancia se vio marcada por el famoso crack del 29 ya que su padre, sastre de profesión, pasó por grandes dificultades para mantener a su familia durante la enorme crisis que sacudió al país en ese periodo. El joven Stan hacía pequeños trabajos a la salida del instituto y con ellos contribuía a la economía familiar, trabajos tales como repartir bocadillos a oficinistas que sin embargo no le impedían participar en actividades de ocio extraescolar tan diversas como el club de ajedrez, ping-pong o francés por poner tan sólo unos pocos ejemplos.

Ya en el instituto Stan dejaba traslucir su enorme ambición. Está claro que con dieciséis o diecisiete años la mayoría de los adolescentes creen que van a comerse el mundo, pero pocos escriben en un anuario que su ambición es llegar a la cumbre y mantenerse ahí, tal y como el joven Lieber dejó rubricado. En cualquier repaso biográfico hay amplio espacio para la reescritura y el revisionismo, tanto a favor como en contra del protagonista, pero hay detalles que sin duda nos ilustran sobre rasgos fundamentales de la personalidad de nuestro protagonista: A Stan le interesaba más el estar en la cumbre (un concepto difuso, ya que no aclara si la cumbre es económica, artística o social) que lo que le tendría que llevar a dicho estatus. Es decir, que le importaba más el triunfar que el tener el talento necesario para hacerlo con justicia. No pedía ser el nuevo Dickens, sino salir de la mediocridad a la que se veía abocado.

La relación de Stan con su padre nunca fue muy buena. Se trataba de un padre exigente, distante con sus hijos y su evidente fracaso a la hora de dotar de estabilidad económica a su familia no contribuyó a mejorar esa relación. El matrimonio Lieber tampoco parece que fuera viento en popa pese a que en 1931 nacía Larry, el hermano menor de Stan.

Detalles

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Fecha de publicación: 29 de Agosto del 2008

“Revista Dolmen 154”

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